sábado, 26 de marzo de 2016

Las escenas de sexo...

Confieso que una de mis debilidades a la hora de escribir es relatar las escenas que involucran lo sexual, no tanto por pudor sino por temor a ser chabacana.  A veces noto que esta cortedad me impide dar un adecuado marco a lo que debe ser una de las partes importantes de una novela romántica. Incluso si no es erótica, por el simple hecho de que forma parte de nuestra vida diaria y es el vínculo físico más fuerte entre los seres, sea concreción o no del amor.
Me debato entre lo que es conveniente decir, el cómo mostrar o sugerir... y a veces le falta cuerpo y vida al relato.
He buceado en algunas páginas y me ha permitido mejorar (creo yo) la forma en que me acerco al tema.
He considerado y acuerdo con lo siguiente:

  • Las escenas deben ser la que los personajes y la historia se merecen, no menos. ¿Cómo terminar una gran historia de amor, con miles de problemas y obstáculos con un..."Y entonces se besaron y se sintieron transportados al paraíso. Pasó lo que tenía que pasar..." Con justa razón el lector tirará tomates virtuales.
  • Quienes desatan su pasión y sus instintos son los personajes, no el escritor. Así que, fuera pruritos de "si lo lee mamá..."o  "¿qué dirán mis amigos?". Si uno no sabe distinguir entre la vida real y la ficción, vamos mal.
  • Se puede contar explícitamente algo sin caer en la grosería. Aún cuando el relato sea muy gráfico y las palabras muy directas, todo es cuestión de contextualizarlo adecuadamente. Las relaciones son el resultado de interacciones personales, de sentimientos, de comunión de almas. Incluso si relatan sexo pago, hay implícito pensamientos, instintos, pudores, resquemores, etc. Todos deben ser escritos para que no sea una mera descripción pornográfica.
  • Las imágenes tienen el poder de mostrar inmediatamente lo que queremos decir. Cuando leemos, tenemos que tener muchos más elementos para representarnos la escena en nuestra mente. Debemos, como escritores, hacer una concienzuda narración: locaciones, colores, olores, sonidos, gestos. Todo lo que sea necesario para que nuestro lector pueda armar su historia y representarla en su mente. Esto es lo que permite la conexión y el disfrute.
  • Lenguaje: se puede combinar lo directo y las metáforas. Las cosas por su nombre, que todas tienen más de uno además. Los diálogos también existen, que cuando se tiene sexo uno también habla, ¿o no?


En síntesis, algunos aspectos para considerar y que he dio aprendiendo. Espero aplicarlos enteramente para mejorar la experiencia de lectura de mis lectores.

¿Tú qué opinas? ¿Tienes preferencias cuando lees estas escenas? ¿Algún consejo?

Una mujer desconfiada, parte 4

14.
Pasaron varios días de trajín intenso en la oficina y Paz se dedicó al trabajo pero siempre expectante por ver a Leandro y ver cuál sería su reacción ante él..  No la tenía para nada clara dada la conmoción que le había provocado.  Las últimas noches habían sido de sueños agitados e incluso le costaba dormir al imaginar escenarios y situaciones con él.  En todas terminaba fundida entre sus brazos.  Estaba ya casi convencida de que no se lo podía sacar de la cabeza.
El sin embargo no apareció en todo el resto de la semana, lo cual la desilusionó.  Escuchó en varias ocasiones a Marina hablar fuerte por teléfono y  concretar  encuentros en dos ocasiones con alguien que ella supuso era él dada la forma de vanagloriarse de la mujer.  Esto la enojó primero y luego la puso triste.  Estaba perdiendo el norte por alguien que solo sabía jugar se dijo.  Estaba claro que era un hombre que solo veía las mujeres como objetos.  –Y yo  he caído en sus redes. Pero él no lo sabe– se alentó–  Todo lo que estoy sintiendo no lo sabe y no lo entendería.  Tengo que ser fría y fuerte, tanto que él se desanime y vea que no tiene chance conmigo–.  Eso se prometió y decidió ponerlo en práctica ni bien lo viera.
En tanto Leandro estaba plenamente inmerso en la tarea de averiguar qué pasaba en la obra.  Para ello y luego de mucho pensar, decidió contratar a un investigador privado.  Lo conversó todo con su padre pues ahora si tenía elementos suficientes para compartirlo.  Este se mostró primero asombrado y disgustado.
–Deberías haberme contado todo esto antes, Leandro.  ¡Tengo derecho a saber, aún es mi empresa! – le reprendió con vehemencia.
–Si papá pero no te quería preocupar en vano.  Solo fueron ideas vagas al comienzo. Recién esta semana pude concretar algo más firme como para empezar a averiguar en serio.  Y no quería que pienses que ante cualquier situación corro a ti como un cachorro desvalido.
– Todos necesitamos consejo de tanto en tanto y no es algo condenable.  Yo confío plenamente en tu buen juicio.  Hablaría mal de mí como padre no hacerlo.
–¡Gracias papá!– le contestó emocionado el muchacho.
–¿Qué sabes con certeza? 
Leandro le contó los acontecimientos tal cual se venían produciendo hace algunos meses y su extensa charla con Lucas.  Su papá le comentó que había hecho bien en contactar a su viejo capataz.
–Lucas siempre fue un baluarte para mí, es un hombre honesto y sin dobleces.  Si él te comentó todo eso  es realmente algo serio.
–Si lo sé.  Estoy evaluando los próximos pasos porque quiero conocer exactamente qué ocurre y si es algo delictivo frenarlo ya.
–Debes hacerlo sin demora y con sumo cuidado. Este tipo de gente no tiene escrúpulos de ningún tipo.
–Lo pensé también, por eso creo que lo mejor es encargar el asunto a alguien profesional que pueda lidiar con esto y acumular pruebas.
–¿Hablas de contratar a un investigador?
–Así es.  No solo porque creo que hay un robo sistemático contra nuestra empresa sino porque hay algo más en curso.
–¿Cuáles son tus sospechas?
–Me parece que algún competidor nos está boicoteando y buscando que fallemos en nuestro compromiso.
Era la primera vez que decía en voz alta su real temor.  Lo venía pensando hace días y no veía otra explicación más razonable.  Pero tampoco se daba cuenta de quién podría ser.
Su padre estuvo de acuerdo entonces con seguir por el camino de la investigación profesional y en esa semana misma se contactó telefónicamente con un detective que le recomendaron.  Le aseguraron total profesionalismo y experiencia ya que el hombre hacía varios años se dedicaba al campo empresarial.  Aparentemente lo que Leandro sospechaba que ocurría en su compañía se venía dando con gran frecuencia y a todo nivel en el área de los negocios.  La competencia desleal estaba a la orden del día.
Se reunió en persona con el investigador esa misma semana entregándole todos los datos que tenía por escrito, pues para facilitar todo se había hecho un registro con sus sospechas, los datos de las demoras y accidentes con fechas e involucrados, los nombres del personal que Lucas la había suministrado, etc.  Con todo ello el hombre tendría suficiente para comenzar.  Este le comentó su método de trabajo y le explicó que era un tanto lento para no levantar sospechas y poder recabar las pruebas necesarias.  Esto no molestaba a Leandro en tanto hubiera avances y la situación llegara a buen puerto.
Así la situación encaminada Leandro tuvo tiempo para dedicar al resto de sus negocios que estaban un tanto atrasados.  Y también para el relax, por lo que llamó a Marina para encontrarse y pasar unos buenos momentos juntos.  Ella accedió gustosa y los dos encuentros fueron de puro placer sin consecuencias para Leandro, tal como le gustaba.
Marina apostaba a más y eso se le notaba.  Buscaba alargar los momentos juntos y dotarlos de mayor profundidad.  Charlas largas, cenas en público, paseos, fueron las distintas propuestas que le fue encadenando.  En algunas el hombre cedió, pero finalmente decidió ser claro con ella y plantear su absoluto desinterés en una relación más seria.  Trató de ser lo más cuidadoso posible para no herir a la joven.  Sin embargo  esta entendió con facilidad y no hizo escenas.  Lo asumió aparentemente con toda normalidad y con una elegancia digna,  fruto de una experiencia considerable en estas lides.
 Internamente sin embargo, Marina quedó herida en su orgullo.  Estaba cansada de comprometer tiempo en relaciones que no llegaban a concretarse tal como ella las soñaba.  Por supuesto que nunca haría visible su real sentir y menos aún frente al implicado y a su entorno inmediato.  Era demasiado orgullosa.  Le iba a costar un tiempito acomodarse nuevamente para empezar y apuntar a otro lado.  En tanto, decidió dedicarse a divertirse y trabajar, que era lo que mejor le salía. 
Exteriormente las consecuencias de todo la pagaron sus compañeros, pues su malhumor fue antológico.  Especialmente María Paz fue el blanco predilecto del mismo, ya que era la de menor rango y a quien Marina podía destratar sin tanta consecuencia.  Por otro lado y en su fuero interno, Marina intuía que la muchacha era especialmente considerada por Leandro aunque los demás no lo notaran y ni él mismo lo reconociera si le preguntaban.  Las miradas que le dirigía en forma constante eran prueba suficiente para Marina, experta en relaciones.  O por lo menos en detectarlas, se dijo.  No tanto en mantenerlas. 
Sus cambios de humor en la semana fueron la comidilla en la oficina.  Principalmente Marta la tenía bien monitoreada y cada actitud de Marina era comentada.  En principio su alegría y sus encuentros con el jefe fueron muy criticados frente a dos compañeros bastante más callados y por tanto oídos perfectos para Marta.
Paz por desilusión y enojo, Franco por desinterés.  Diga que trabajaban a la par con Marta y esta era incansable, de lo contrario hubiera sido insoportable para él.  Pero como además tenía buen humor se reía con ella y de ella.
–¡Mira que te gusta el chisme, eh Marta!.  Deja a la pobre Marina que hoy está de malas, se le nota bien.
–Claro– respondió Marta– De seguro anda peleada con el candidato.  ¡Qué descaro es lo que yo digo! 
–Vive y deja vivir, mujer.  Hay que darle alegría al cuerpo.
–Pues ella se la pasa dando, es lo que te digo. 
–Bueno, bueno, ya está.  Dejemos al mundo con sus asuntos.  Dediquémonos a lo nuestro que para ello nos pagan. Paz, ¿tú qué dices?
Esta no le respondió, tan concentrada estaba en sus pensamientos.
–Tierra llamando a Paz, responda–  dijo Franco a las risas–¿En qué piensas mujer?  ¿Tú también estás de acuerdo conmigo en eso de alegrar el cuerpo?
Recién entonces reaccionó la muchacha y se puso colorada. No entendía por dónde venía el comentario de Franco, pues se había perdido los últimos minutos en pensamientos acalorados.  Todos relacionados con Leandro.  Así que cuando escuchó lo de alegrar el cuerpo la sorprendió.  Parecía que le leían el pensamiento. –Pero que ridiculez por Dios, pensó– Cada vez me pongo más tonta.
Para salir del paso dijo una tontera y cambió el tema. 
–Acá tengo las muestras que ustedes solicitaron a la fábrica de telas y también llegaron folletos de las empresas de jardinería.
–Pero bueno Paz, que aburrida eres chica– le dijo Marta.–  Estamos en un impasse y nos haces volver a la realidad.
–Ya bastante le dieron a la pobre Marina, le contestó.  Vuelvan a trabajar flojos.
–¿Pobre dices?  Pero tú tienes vocación de mártir parece.  Te ha tomado de cartón legador toda la semana, te trata de lo peor.  Lo menos que puedes hacer es colaborar en el cotilleo ¿no?
–Es su problema si quiere ser grosera.  Yo cumplo mi trabajo y no quiero que haya malentendidos. 
–Ya en serio, Paz– le dijo Franco.–  Eso no quiere decir que vas a permitir el destrato que te impone.  No es parte del trabajo en ningún lugar. 
–Si lo sé, pero no quiero crear problemas innecesariamente.  Estamos en pleno proceso de concreción de nuestro primer trabajo y no voy a arruinarlo o enlentecerlo con quejas.  Más adelante y si esto sigue lo veremos.
–Te entiendo y me parece bien tu postura– dijo Marta. –Pero que esta Marina es una latosa lo es. 
Y con esto dieron por cerrada la conversación y volvieron todos a trabajar.  Estaban en los últimos detalles del proyecto, a punto casi de finalizarlo para entregarlo a la empresa cliente para que esta evaluara y diera el visto bueno.  Estaban todos conformes y entusiasmados porque las ideas habían fluido y lo concretado gustaba a todos.  Solo faltaban algunos aspectos y esperar el resultado.  Si la empresa accedía, se pondrían a trabajar en el primer proyecto concreto.  Esto era motivo de orgullo y expectativa.



15.
El sábado siguiente a esta conversación todo el equipo se reunió en la oficina a pasar revista de lo realizado y evaluar las aristas de lo que presentarían el lunes al cliente. 
Fernanda mostró de principio a fin el proyecto en el orden que Paz había organizado en una presentación en el ordenador.  Fueron puliendo aspectos de imagen y formatos hasta quedar todos conformes.  Hecho esto todos partieron raudamente a disfrutar el tiempo libre, con excepción de Paz que quedó ordenando el material e imprimiendo las carpetas que el lunes partirían a destino.  La oficina estaba en silencio y eso le gustaba.  El sol se colaba por el amplio ventanal y mientras esperaba la impresión se sentó y cerró los ojos para disfrutar del calor de los rayos.
En esa postura la encontró Leandro que ingresó en busca de su hermana.  La observó en silencio, toda ella relajada y sin la armadura invisible que siempre parecía rodearla.  Era bella realmente, y la sencillez de su vestuario no hacía más que acentuarlo. El fino vestido dejaba traslucir la fineza de su talle y sus largas y torneadas piernas.  La suave respiración revelaba la turgencia de sus senos.  Esto excitó a Leandro, que debió contenerse de abrazarla y acariciarla.
–Buen día– le dijo fuerte, lo que ocasionó que la joven diera un salto en su asiento. 
–¡Por Dios que susto me ha dado!– balbuceó ella mientras se incorporaba con rapidez buscando poner distancia entre ambos.  Es que Leandro estaba apenas a medio metro cuando la saludó.  Tan sigiloso se había acercado o tan inmersa en su mundo estaba ella que no lo escuchó llegar.
–No fue mi intención créeme.  Puedes tutearme sin problemas, yo lo hago.
–Prefiero mantener la distancia para no confundir los roles– contestó ella envaradamente.
– En estos tiempos algo tan simple como tratar de tú no daña las vestiduras de nadie ni veo que tiene que ver con confundir roles.
–De todos modos lo prefiero si no le molesta.  ¿Lo puedo ayudar en algo?  – El muy cínico se sentó con calma y la miró fijo un rato, haciéndola poner aún más nerviosa.
–No gracias, estoy bien.  Me voy a sentar por acá a verte trabajar.  Me gusta observar a los empleados cuando están en actividad. 
Paz decidió ignorarlo y continuar entonces su labor, tratando de finalizar lo más rápido que podía para no estar bajo inspección mucho rato.  El muy sinvergüenza la miraba con descaro, podía ver por el reflejo del vidrio que la recorría toda con la mirada.  Trató de moverse con el mayor recato posible y se increpó mentalmente por haberse puesto ese vestido tan ceñido.  No quería que él creyera ni por un minuto que lo estaba provocando.
En el apuro y al organizar las hojas impresas en las carpetas varias escaparon de sus manos al suelo, desparramándose por toda la oficina.  Allá tuvo ella que agacharse de la forma más elegante que pudo a recolectar todo.  El no se levantó de su asiento ni para ayudarla con una hoja que estaba a sus pies.  La observaba con fijeza.
De pronto le dijo burlonamente.  –Linda ropa para el trabajo.  Voy a pedir a mi secretaria se ponga un modelo igual.  Es muy sugerente, se puede apreciar todo en su justa dimensión.
Esto hizo estallar a la joven, que es lo que él buscaba en definitiva.  Le gustaba verla enojada parecía.
–¡Eres un grandísimo grosero y atrevido sexista!  Yo vine a trabajar a una oficina donde se me da libertad para vestirme, no hay uniforme y nadie se comporta como tú lo haces.  ¡Eres un cerdo que solo tienes una idea en la cabeza! 
–Pero caramba que humos– dijo con sorna Leandro.– Y se te olvidó lo de no tutear.
Y las ideas que me provocas son muy calurosas sí.
Paz no podía más de la indignación y le espetó sin filtro: –Si tú crees que me voy a amilanar o asustar porque me acoses estas equivocado.  Yo ya pasé por esto y no lo voy a soportar esta vez. ¡¡Todos los hombres son iguales, unos manipuladores que buscan sexo basados en el chantaje!!
A esa altura Leandro se asustó porque Paz se había descontrolado y lloraba sin cesar.  Quiso bromear y avanzar con ella y no provocarla a tal extremo, pero todo había salido de contexto.
–Tranquila, tranquila por favor– le rogaba–No quiero chantajearte ni nada por el estilo, créeme.  Respira con calma.
Paz trataba de controlarse pero no podía, los alcances del acoso sufrido en el anterior trabajo y la angustia sufrida se acumulaban a los sentimientos encontrados que Leandro le provocaba. 
Este al ver que sus palabras no hacían efecto alguno y la joven estaba absolutamente desbordada la abrazó tan fuerte como pudo.  Paz se sacudía con fuerza por los sollozos. 
El hombre se maldecía internamente por su brutalidad, pero nunca esperó encontrar tal reacción.  Era evidente el temor de ella a perder el trabajo y él se apersonaba con toda su presencia de jefe abusador y con la peor de sus actitudes lascivas.  Además acababa de escuchar la confesión de la joven sobre un anterior acoso y eso hizo que los remordimientos fueran aún mayores.
Lentamente ella comenzó a calmarse a la par que él le hablaba con dulzura disculpándose sin cesar.
Ella se desprendió cuando pudo y trató de recomponerse, arrepentida de su tremenda reacción.  Sin dudas había acumulado tensiones y no había podido canalizarlas adecuadamente.  ¿Qué iba a pensar él ahora que había gritado su mala experiencia anterior?  Había sido sugerente en relación a su provocativa ropa, lo más factible es que concluyera que ella era la culpable.
Leandro esperó a que se calmara del todo y entonces, ya seguro que Paz lo escuchaba y razonaba le dijo: –No quiero que pienses lo peor de mí, nunca he querido acosarte ni molestarte.  Tengo un modo a veces cínico de hablar, especialmente cuando no puedo expresar adecuadamente mi sentir.  No vine aquí como jefe acosador ni para cambiar sexo por puesto laboral.  No lo necesito créeme.
–Claro, sin dudas tienes aspirantes de sobra– atinó a decir ella.
–No tengo intenciones de alardear, quiero que entiendas que lo que te dije lo hice como hombre que aprecia la belleza.  Me gustas mucho, ya te lo dije, y me fascinaría tener una relación contigo.  Pero solo si ambos lo queremos y sabiendo que no es compromiso para ninguno. Ni para tu trabajo ni para mi soltería.
–No me interesan las relaciones ocasionales y mi experiencia sentimental no es buena.  No quiero confundir trabajo y relación amorosa. Y te ruego mantengas en privado lo que te dije acerca de mi acoso en el trabajo anterior.  No quiero que nadie más lo sepa.
–Por supuesto que no.  Pero de todos modos no veo el problema, la víctima fuiste tú.
–La mayoría de las personas tienden a fijar la culpa en la mujer.  Tú mismo lo dijiste, la ropa provoca parece.
–Te vuelvo a pedir disculpas, me porté como un troglodita.  No lo pienso realmente, pero me provocas tal excitación que a veces mi boca se dispara.
No me voy a cansar de decirte cuánto me gustas.
–Yo prefiero que esta sea la última vez que me digas eso.  Te vuelvo a repetir lo que ya te dije, yo prefiero la soledad a ser un juguete en la colección de alguien.
–¡Qué mal concepto tienes de mí!– se quejó él.
–Claramente ya tienes alguien con quien salir y divertirte en la oficina.  ¡Limita tus armas a Marina y no me incluyas! Ya bastante tensa está la relación entre ambas para empeorarla con tus jugueteos.
Leandro acordó no continuar con sus insinuaciones y se retiró, dejando a Paz agitada y tembleque por el intercambio entre ambos.  Lo que había comenzado como un sábado rutinario se había convertido en una catarsis de sentimientos y sensaciones. 
Se arrepentía de su explosión pero había sido más fuerte que ella.  La insistencia de Leandro acerca de cómo ella le gustaba la había sacudido aún más, pero no quiso bajo ningún concepto decir cuán atraída se sentía ella por él.  ¿Qué caso tenía?  Lo iba a tomar como una puerta abierta a una relación meramente sexual sin ningún futuro.
Paz quería algo más.  Creía que ya era hora de la estabilidad sentimental y soñaba con su propia familia. Lo había intentado una vez hacía años en Argentina, pero no había funcionado.  El hombre elegido no había estado a la altura de las circunstancias y lo demostró al engañarla tan miserablemente con su mejor amiga.  La estafó moralmente y también en lo financiero al quedarse con los ahorros que tan cuidadosamente había guardado ella.  Eso fue lo que la decidió a irse de su país y comenzar una nueva vida en Europa.  Pero los hombres son iguales en todas partes, se dijo. 
Al menos ahora los tantos entre ella y Leandro estaban claros.  El había sido muy claro sobre sus intenciones y ella también.  Los dados estaban echados.
Leandro se fue con lentitud y todavía con la sensación del cuerpo de Paz entre sus brazos.  Y si bien lamentaba haberla provocado de tal forma, creía que ello había servido para sincerarse ambos.  Ya sabían que buscaba uno y otro.



16.
El despertar del lunes fue lento para Paz.  Había aprovechado para dormir todo lo que podía el domingo para recuperar las energías que el trabajo frenético de las últimas dos semanas le había insumido.  Agregado a esto lo vivido el sábado la había agotado. Siempre le ocurría que las reacciones destempladas de alegría desatada o enojo extremo la agotaban.  Decidió poner paños fríos a todo y no pensar más  en lo que podía haber dicho, como podía haber reaccionado, etc.  Lo hecho era irreversible y decidió perdonarse más.  Tendía a auto–castigarse demasiado y a pensar primero en el que dirán los demás.  Eso no la dejaba vivir enteramente, se analizó. 
Se puso como meta divertirse más, disfrutar de su trabajo y tiempo libre.  Y especialmente aceptar más las invitaciones que sus nuevos amigos le hacían en forma constante a salir a comer y a bailar.  Marta o Franco, o ambos, todas las semanas la instaban a lanzarse a conocer la noche madrileña. 
–Ustedes me ven como una solterona, ¿qué voy a hacer yo entre medio de sus parejas? – les bromeaba ella.  Y ellos le aseguraban que les encantaba salir en grupo.
Así que sobre la  mitad de la semana  cuando llegó la contestación afirmativa de la empresa cliente, todos decidieron salir a festejar y Paz no lo pensó dos veces.
Era miércoles a la noche y el plan era buen restaurant con espectáculo tradicional de flamenco y pista de baile.  Todos con sus parejas o algún amigo que quisieran para hacer la velada más animada.
Marina apareció espectacular y con nueva conquista, lo cual asombró a todos.
–Esta pájara sí que se mueve rápido– comentó Marta por lo bajo, provocando las risas de Franco y Fernanda.  Paz sonrió ante las ocurrencias de su amiga, pero no pudo evitar sentir satisfacción que no estuviera con Leandro. 
Todos se sentaron en una mesa especialmente reservada por Marina para la ocasión y pidieron el mejor vino.  Los brindis no se hicieron esperar y la conversación se hizo cada vez más animada.  El espectáculo era maravilloso y a Paz le fascinó.  Siempre le había gustado el ritmo flamenco, pero en vivo y en directo le impactó y la emocionó.  Era un ritmo de pasión, dolor, amor.  Todas sensaciones que ella conocía bien. 
Luego de comer todos se fueron a la pista de baile, ella incluida aunque sin pareja.  Marta y su novio muy enamorados, Marina y su nueva pareja a los besos apasionados, Franco y Fernanda bailando sueltos pero cada vez más animados.  Ella se movía al ritmo de la música y cuando comenzaron las melodías más lentas se dirigió a la mesa.  Para su sorpresa se encontró con Leandro, que recién llegado tomaba una copa de vino.
–Buenas noches María Paz.  Vine también a celebrar con ustedes. 
–Si claro, buenas noches, –dijo ella y se sentó tímidamente. 
–Hagamos las paces y disfrutemos la noche sin rencores, ¿te parece?
–Por supuesto, seamos civilizados, claro,– contestó Paz.
–Y la civilización impone baile, así que bailemos. ¿Te parece?
Paz dudó pero como él se paró y le tendió la mano no tuvo otra opción que hacerlo.  Los demás miraban y hubieran encontrado raro y hasta aniñado una destemplada reacción de ella.
Así que ambos se dirigieron a la pista y justamente entonces comenzaron las melodías realmente lentas.  Sin mediar palabra él la tomó por el talle y la acercó con fuerza.  Paz le puso las manos en el pecho para contenerlo y él se las subió al cuello.
–Nosotros en España bailamos estos ritmos así, bien pegados y no significa nada.  Tienes que aflojarte.
Así que pronto estaban los dos con sus bocas apenas a unos centímetros de distancia y con sus respiraciones confundiéndose.
–Me encanta tu perfume, es dulce y delicado como sin duda lo eres tú–  susurró él.
Ella no supo que contestarle.   El vino la había mareado un poco y se sentía más libre.  A ella también le encantaba su olor fuerte, a hombre recio.
–Estás muy linda con esta ropa informal.  Te hace más joven y fresca.
–Gracias–  Lo único que podía responder eran monosílabos porque se sentía aturdida.  También excitada se dijo.  El éxito en el trabajo, los amigos,  la buena comida, el vino, el flamenco, todo la había transportado a otra dimensión que no era aquella tan estructurada en la que usualmente se movía.
Pero especialmente él, tan guapo, tan hombre. Sus brazos que la rodeaban como tenazas, su cuerpo que buscaba contacto por todas partes.
La salvó Fernanda que se acercó bien contenta a saludar a su hermano.
–¡Hola hermanito!  ¡Qué bueno que viniste a festejar con nosotros!
–¿Cómo no iba a venir a celebrar contigo Fernanda?  ¡Una pegada el contrato que acaban de firmar!
–Si lo es.  Libera a la pobre Paz que la tienes acosada y vamos a la mesa así charlamos y brindamos.
Todos volvieron y la conversación se tornó animadísima.  Paz observó que Marina y Leandro se saludaron  cortésmente pero luego se ignoraron.  Esto la convenció que todo había terminado entre ellos.
Sobre la medianoche comenzaron las despedidas.  Paz había venido con Marta y se pensaba ir en taxi para no complicarles la noche.  Fue Fernanda la que sugirió que Leandro le diera el aventón pues iba por rumbos similares.  Así que nuevamente se encontraron solos en el coche.  Especialmente taciturno él, lo que dejó la conversación en manos de Paz.  Se propuso charlar sobre intrascendencias para evitar cualquier referencia a lo que había pasado entre ellos y evadir cualquier asomo de intimidad.
–¡Qué lindo lugar realmente!  Gran ambientación y muy buena música.
–Aha, contestó él.
–La comida excelente.  Pudimos disfrutar de una noche linda para celebrar el primer éxito.
–Oh sí.
Ya un tanto molesta lo pinchó para obligarlo a contestar algo más.
–¿No tiene más que eso para decir?  Es una noche muy importante para su hermana y por extensión para su familia creo yo.
–Si si, no hay dudas– volvió a contestar él con brevedad.
–No puedo creer que solo eso tenga para decir.   Un tanto frío.
Leandro puso punto final al silencio al frenar de golpe y estacionar con brusquedad.  Venía hace un buen rato poniendo coto a sus deseos de besar a Paz y la insistencia de charla civilizada de ella lo molestaba.  No tenía intenciones de fingir que nada entre ellos pasaba, por tanto cuando lo tachó de frío colmó su paciencia.
–Mira que cálido puedo ser–le contestó a la vez que la tomaba de la nuca con una mano y giraba su cabeza con la otra.  Entonces la besó con fuerza, obligándola a abrir sus labios y ahogando la protesta bajo la pasión del gesto.
Paz se asustó primero,  resistió lo que pudo,  para luego pasar a ser colaboradora activa del beso.  Sin duda el vino había nublado algo su juicio y enjuagado sus intenciones de no ceder ante Leandro.
Fue un largo beso, que comenzó con cierta brusquedad pero se volvió apasionado y sentido por ambos.  Totalmente entregada ella, lo abrazó  y acarició su cabello mientras recibía besos en el cuello y en las nacientes de sus senos.
La pasión los incendiaba y no podían dejar de tocarse mutuamente, hasta que Leandro pudo contener su deseo.  Estaba exultante, pero se daba cuenta que la reacción de Paz era probablemente en parte provocada por la emoción del festejo y sobre todo por el vino ingerido.  Más allá que hubiera seguido con gusto sabía que habría sido aprovecharse de la baja de guardia de la joven y no quería eso.  Lo iba a odiar al otro día y él no iba a poder mirarse al espejo.  Así que con la entereza que pudo la retiró con delicadeza poniendo una mano en su rostro al tiempo que le decía:– No sabes lo que me cuesta desprenderme de ti.  Eres como un dulce veneno.
Paz reaccionó en parte, aún inmersa en la magia del momento y sonrojada de pasión.  ¡Cuánto hacía no se sentía tan viva!
El resto del trayecto fue en silencio, cada uno de ellos aquilatando el peso de lo que acababa de ocurrir.
Leandro se daba cuenta que si bien su vida estaba llena de momentos de deseo y concreciones del mismo, ninguno de los instantes hasta ahora vividos tenía el significado de lo que acababa de experimentar con esa mujer.  Lo había transportado a otro nivel: pasión, ternura, hambre de más tiempo con ella.  Eso lo preocupó porque se sintió vulnerable.  Por ello al llegar la miró descender y se despidió rápido. 
 Provocó un poco de sorpresa en Paz  que esperó un gesto más cálido de retirada. En parte aguó el momento que habían vivido porque ella creyó que para él había sido un instante fugaz más, de esos que probablemente había tenido tantos.
Con torpeza abrió la puerta, en una franca demostración de que el vino había dormido sus reflejos además de su buen juicio.  En la mañana iba a lamentar haber bebido tanto.  Las compuertas se habían abierto y había quedado expuesta ante él.
Todo el discurso que le había dado sobre su forma de encarar las relaciones se había venido al suelo.  Tal vez el se estuviera riendo de ella en ese preciso momento.  Se durmió pensando esto y al otro día no escuchó el despertador por lo cual llegó tarde al trabajo, rompiendo su invicto de puntualidad.



17.
La cabeza le dolía muchísimo y tenía el estómago revuelto.  Su aspecto era lamentable le dijo Franco con diversión.
–¿Viste que tomar mucho no ayuda al cuerpo no?  Estabas más sedienta que expedicionario en desierto.
Paz estaba avergonzada y los chistes de Franco no la ayudaban precisamente, así que le respondió con aspereza.
Pero en lugar de calmarlo lo divirtió más, pues mostraban otra faceta de ella.
– Marta,  mira tú como me trata Paz ahora.  Se nota que Marina le puso algo en el vino anoche.  Está más que amarga.
–Deja a la chica tú– instó Marta –No ves que está molida. 
–¡Pero si tomó apenas unas copas! ¿Qué tanto pudo afectarla?
–De seguro no tomas nunca nada, ¿es así Paz?– preguntó Marta.
Esta aseveró, era real que no era asidua a las bebidas alcohólicas y eso la había afectado anoche.
Franco dejó las bromas porque vio que la situación no era bien digerida por Paz, no sin aconsejarle previamente: –Pues bebe más chica, prueba en tu casita así te empiezas a acostumbrar.  Nos quedan noches de parranda y no vas a estar cuidándote siempre.
Una vez que este se alejó, Marta se sentó a su lado y le inquirió que más ocurría, pues se daba cuenta que el estado de Paz iba más allá del malestar posterior a una noche de tragos.
Esta al comienzo no dijo mucho pero luego se despachó.  Confiaba en su amiga aun cuando no hacía mucho que la conocía y por otra parte necesitaba un oído amigo que la escuchara y aconsejara.  Se veía superada por las circunstancias.  Por ello le relató de pe a pa lo que venía ocurriendo entre ella y Leandro.
–Estaba casi segura que ustedes dos tenían algo, se nota la tensión entre ambos.
–No tenemos nada concreto, ese es el tema.  El me rodea y me busca, pero no quiere nada serio.  A mí me encanta, cada vez me gusta más, y tengo miedo de ceder.  ¡No quiero ser un objeto! – esto lo dijo con todo el énfasis, y le provocó alguna lágrima de rabia.
–¡Pero que hombre más majadero!  Tú tienes que ponerte firme, eso te lo digo.  Este tipo de hombre son solterones empedernidos acostumbrados a tener a las mujeres a sus pies.  Y sabes cuanta pajarota suelta anda, no les faltan conquistas.
–Lo sé, si.  Pero que me guste tanto no ayuda nada.
–Tú debes tener claro lo que quieres para no ir contra tus principios.  Si quieres una aventura la situación se presta mucho y nadie te juzgaría por ello.  Pero si buscas algo más estarías traicionando lo que quieres y comprometiendo tus sentimientos.  Este tipo de hombre es muy difícil que cambien.
Paz estaba de acuerdo con Marta y así se lo dijo.  La llegada de Marina interrumpió su charla y las enfocó directo al trabajo.  Había que comenzar con la realización del proyecto y eso requería mucha programación.  Delinear responsabilidades, contratar personal especializado, comprar los materiales previamente seleccionados, etc. Así que de a poco cada uno se sumió en sus labores.
Leandro por su parte tuvo una jornada ajetreada pues tuvo el primer informe del detective que había contratado.  El mismo aseguraba ya con certeza que existía trasiego de materiales desde la obra hasta un enorme galpón en las afueras de la ciudad y que allí acudían diariamente luego del trabajo los dos obreros ya identificados como ladrones, pero también uno de los capataces de la obra.  El hombre le mostró fotografías y le aseguró que había sido fácil la primera parte de la tarea porque los hombres actuaban con total descaro y sin ningún recaudo.  Esto mostraba que eran unos improvisados en la materia.  Pero sin duda había más involucrados, porque el galpón y el camión que transportaba los materiales no era de ninguno de ellos.  Los ladrones vivían en barrios modestos y gastaban dinero en bebida, mujeres y juego.  No había ningún misterio en ellos.  Necesitaba más tiempo para profundizar, dijo. 
Leandro estaba conforme pues ya había pruebas para proceder.  Pero quería llegar al fondo del asunto y cortarlo de raíz.
Este y otros temas lo mantuvieron ocupado y distraída su mente, pero al atardecer volvió a encontrarse con Paz en la cabeza.  Saboreaba los besos y caricias efectuadas y ansiaba otro momento de intimidad como ese.
Pero estaba asustado, ese era el término y así lo empezaba a asumir.  Era un cobarde sin remedio y escapaba a lo que realmente quería para salvar su situación de hombre libre.
En un intento por rehuir el tema llamó a una de sus amigas para la noche, a una de sus tradicionales cenas con sexo.  Y si bien este fue un ejercicio muy bueno, le resultó vacío al final.  Esto lo convenció que algo en él había cambiado.
Tanto que acudió a su amigo para que lo analizara y le dijera que hacer pues se encontraba sin argumentos.
–Hugo, tenemos que encontrarnos. Estoy en una encrucijada y no sé qué hacer.
–Y acudes a tu buen amigo Hugo a que lea tu futuro y te marque el camino, ¿no? A buen puerto vas por agua, dice el dicho.
–No te burles que estoy preocupado.  Cuando te cuente lo que me está pasando no vas a poder creer.
–Ah, pero estas espoleando mi curiosidad.  Hoy mismo en el restaurant frente a tu empresa nos vemos.
Y tal cual lo acordaron, a las seis de la tarde estaba Hugo esperando a Leandro.  Con un café enfrente ambos charlaron naderías al principio, como cada vez que se veían.  Hugo se interesó por saber cómo iba llevando Leandro la pesquisa acerca de la obra problemática, lo cual fue abundantemente respondido por este último. Estaba mucho más distendido con ese asunto, lo que era raro porque se avizoraba como complicado.  Todo iba rumbo a denuncia policial, juzgados, y tal vez complicaciones con empresas rivales. No podía descartarlo hasta que el detective no finalizara su trabajo.  Pero también era verdad que todo estaba encaminado y próximo a solucionarse, por más que fuera desagradable.
Lo que no tenía visos de solución fácil era su asunto con Paz.  Otro tema hubiera sido si a él no le gustara tanto, pero así estaban las cosas.  Fue Hugo quien trajo el tema a colación.
–¿Qué tanta vuelta tienes?  ¿Es este tema de la empresa lo que te preocupa?  Por teléfono no parecía.
–No, es otro asunto.  Ni sé cómo empezar a contarte porque te digo me da hasta vergüenza. Te vas a reír de mí.
–Y si es lo más probable, –bromeó Hugo,– Pero ¿es lo que hago siempre no? 
–Si es verdad, te tomas mis asuntos amorosos a la ligera creo yo.
–Hasta este momento no he tenido mucha oportunidad de opinar sobre nada serio tuyo.  Así que el asunto es sentimental.  Me dejas de piedra. Tú preocupado por un tema romántico, debe estar por ocurrir algo serio a nivel climático– se rió con fuerza Hugo.
–Mira, deja la tontería.  La verdad te confieso, estoy en una encrucijada de mi vida.  Creo que me estoy enamorando de alguien.
–¿Crees? 
–Es que nunca me ha pasado esto que siento.  Estoy en lucha conmigo mismo y la culpable es una mujer– confesó dramáticamente Leandro.
–¡Ah qué terrible!  Hay que juzgarla y condenarla por tal crimen– sonrió Hugo.  Pero la seriedad de su amigo lo hizo detener la broma y comenzar a escucharlo con mayor atención.  No recordaba haberlo visto tan perturbado por una mujer, al menos no desde la universidad.  Hacía muchos años Leandro vivía el día a día con las damas sin darles ni darse a sí mismo esperanzas de una vida compartida.
–¿Recuerdas a la mujer que te mostré aquí mismo hace algunas semanas? ¿La nueva secretaria que contrató Fernanda para su oficina?
Hugo la recordaba vagamente; no solía prestar mucha atención a los rostros de las mujeres que le mostraba Leandro.  Siempre duraban lo que arco iris luego de la lluvia.
–No la recuerdo bien.  ¿Es ella la que está provocando esta debacle en tu vida?
–Ella es.  María Paz se llama.  Los contactos que hemos tenido se puede decir que han sido pocos.  Pero tan intensos que han bastado para movilizarme.  ¿Cómo es posible que  tres o cuatro encuentros hagan tanto impacto?
–Debe ser muy buena en la cama para que la recuerdes tanto y te guste así.   Perdona el comentario.
–¡Es que no hemos tenido más intimidad que algunos besos y caricias!  He quedado con hambre de más, la verdad es esa.  Pero cuando tuve oportunidad me detuve, pues ella no estaba en las mejores condiciones para tomar decisiones.
–Ahora sí me quedo estupefacto.  Así que pocos encuentros, ninguno sexual y tú estás que no puedes más por ella.
–Es un buen resumen, si.
–Estás chalado por ella– le dijo con total seriedad Hugo.– Te enamoraste perdidamente. 
–Yo no voy tan lejos, estoy confundido sí.  Quiero que me ayudes a entender por qué y entonces…
–Claro– lo interrumpió Hugo– entonces puedes hacer algo para dar vuelta atrás.  Pero mira que eres infantil.  Esto no tiene marcha atrás, no es un auto. Es tu vida, son tus sentimientos.  Y han escapado al control que tan férreamente efectuaste por años.
–¡Pareces gozar que me pase esto!– lo miró Leandro quejoso.
–¿Qué te enamores y apuestes a una relación estable?  Pero claro que lo gozo.  Soy tu amigo y eso es lo mejor que te puede pasar.  ¿Cuándo lo vas a entender?
–Yo no lo vivo tan alegremente cómo tú. Hasta ahora mi vida ha sido muy fructífera.  Sin sobresaltos.
–Pero Leandro, la vida es mucho más que eso.  Son los sobresaltos los que hacen que valga la pena vivir.  Bueno, pero cuéntame más.  ¿Qué dice la elegida?  Porque la verdad que ha salido sorteada entre una cantidad de bolillas, eso hay que decirlo.
–¿Qué va a decir? ¿Tú crees que yo estoy hablando de este tema con ella?
–Ah mira qué bien–insistió Hugo socarronamente–   Del tema  hablas conmigo pero no con ella que es la involucrada.  ¡Vas lindo tú!
–No sé ni que siento claramente.  No quiero darle falsas expectativas.
–¿Ella te ha pedido algo?  ¿Qué te dice concretamente?
–La realidad es que me rehúye.  Siento que ambos nos atraemos de forma increíble, pero ella no parece tener una buena experiencia.  En un momento de ira me lo dijo.  Hay instantes en que se siente acosada por mí.
–Yo cada vez entiendo menos las parejas de ahora.  Tienen todo en sus caras para solucionar temas: solo deben hablar con franqueza y claridad.  Y parece que juegan a las escondidas con lo que sienten.
–El gran problema es entender lo que uno siente–replicó Leandro.
–No me vengas tú a mí con eso  ¿Saber que sientes?  ¡Estás súper preocupado porque conoces exactamente lo que sientes y te da pánico!  Porque te implica comprometerte y entregarte, abrirte a alguien más.
Leandro sabía que su amigo tenía razón y finalmente le dio la razón.  Y le  recordó la historia que ambos conocían.
–A  mí no me fue nada bien la única vez que me enamoré.  Sufrí, y tú lo sabes bien.
–Pero claro que lo sé, yo estuve a tu lado– sostuvo Hugo haciendo su tono más amable– Y también sé que te sobrepusiste.  El problema es que el mal sabor vivido te hizo levantar una muralla alta a otra posibilidad.  Y la vida siempre da revanchas y nuevas oportunidades.
–Lo estoy empezando a aceptar, créeme.  De no ser así no consideraría lo que siento por esta mujer.  Escaparía raudamente.
–Si es así, piensa con cuidado qué vas a hacer.  Si lo que dices es real en relación a las experiencias de ella, debes ir con pies de plomo.  Asegúrate de tener tus ideas en orden, porque puedes lastimarla tú a ella.
Leandro se percató entonces que hasta ahora sólo había pensado en sí mismo y en su seguridad.  Había respetado a Paz como un caballero, pero no había razonado que un mal paso sería devastador para ella también.  Tantos años de individualismo lo habían permeado, reflexionó.
–Siempre me ayudas con tus palabras querido amigo.  Voy a tomar tus consejos.
–¡Por fin!  Estaba cansado de hablar y hablar sin que me consideraras.  Estaba por renunciar–bromeó Hugo.
–¿Renunciar tú?  Imposible, como pedirle a un mastín que deje su presa.

Ambos amigos rieron y para Leandro fue una catarsis la charla.  Más tranquilo, decidió tomarse unos días y pensar en soledad antes de acercarse nuevamente a Paz.  Esto le daría tiempo para ordenar su vida e ideas.

jueves, 17 de marzo de 2016

Una mujer desconfiada 3ª parte

11.
El lunes el inicio de jornada fue lento pero el ritmo de trabajo se hizo intenso al transcurrir las horas.  Fernanda citó a todos a reunión para la tarde, momento en que comenzarían a encaminarse los proyectos.
Marina llegó temprano pero luego se fue hasta el mediodía, ya que un grupo empresarial solicitó los servicios de la empresa.  Los contactos realizados las primeras semanas comenzaban a dar sus frutos.
Esto dio oportunidad en la mañana para que Marta y María Paz pudieran intercambiar impresiones del evento del viernes anterior. La primera estaba indignada por la actitud desprejuiciada de Marina y así lo manifestó.
–Es una fresca, te digo. Coqueteó con el jefe toda la noche y al fin logró lo que quería, pescarlo.  Se fueron juntos, los vi muy acaramelados.
Este dato no hizo más que confirmar lo que Paz había imaginado.  Y a pesar de ser así, esto la molestó.  Le hubiera gustado que Marina no tuviera la conquista tan fácil.  – Picaflor y sin escrúpulos, tentando a todas a su alrededor.  Poco se puede esperar de un hombre así – dijo en su fuero íntimo.
–Bien Marta, es probable que tenga un plan con él.  Es un muy buen partido, ¿dicen eso aquí no? 
–Claro que lo es.  Me fastidia esta mujer, podría disimular un poco sus intenciones.
–Ella es decidida y va al frente.  Y él no debe haberse resistido, ¿no?  También debe estar acostumbrado a que las mujeres caigan a sus pies.– Mientras así hablaba notó que Marta callaba y la miraba con ojos muy grandes.  Sin darse vuelta supo que a su espalda estaba Leandro.  Esto la hizo sonrojar.
–Buenos días señoritas– dijo él afablemente, haciendo como si nada había escuchado.– Veo que todavía no comienzan el trabajo.
Marta se disculpó y esgrimió  la excusa de hacer una llamada dejando a María Paz sola.  Esta con sequedad inquirió a Leandro si podía ayudarlo en algo.  Este estaba encantado para sus adentros.  Por fin había visto algo de pasión en la muchacha, y estaba vinculada con él.  Más allá que no había sido una frase halagüeña, parecía hasta de mujer celosa. 
–Si puedes ayudarme– le contestó– Ya le pedí esto a Fernanda por teléfono. Necesito tu ayuda ahora en la mañana.  Voy a una reunión y mi secretaría está enferma.  ¿Podrías acompañarme y hacer las veces de mi asistente?  No te pediría esto si tuviera otra opción.– El tuteo en él se había naturalizado.
–Por supuesto, claro. – Tomó su bolso y siguió al hombre.  La ponía nerviosa tener contacto más frecuente con él y a la vez le gustaba.  Lo miró caminar adelante y volvió a tener la sensación de calor de otras veces.  Espalda ancha, trasero apretado en pantalones oscuros, piernas largas y musculosas.  Era todo una muestra de belleza masculina.
–Vamos por el ascensor de servicio así nos lleva al estacionamiento– interrumpió él su pensamiento.
Una vez en el coche Leandro le explicó detalles de la reunión y le solicitó tomar notas rigurosas de la misma, pues había aspectos económicos y técnicos que después querría revisar.  Ella asintió con seriedad.
Para Leandro esta era la oportunidad de escudriñar mejor a esta mujer, verla en plena tarea y además gozar de su presencia.  No estaba seguro de si esto era bueno o malo a largo plazo, pero no podía evitar las ganas de acercarse.  Por eso había pensado en ella ni bien supo la enfermedad de su asistente.  No había habido otra idea en su mente. 
Ambos pretendíeron naturalidad y superación, pero se miraban furtivamente cada vez que podían, procurando que cada detalle quedara en sus retinas.  Hablaron muy poco y durante la reunión él demostró ser una persona muy eficiente, cerrando un trato conveniente en tiempos y dinero para su empresa.  Esto daría oxígeno a la misma, era un trabajo corto pero  sustancioso.
Al regreso, ya al mediodía, Leandro estaba de muy buen humor y se le notaba.  Esto gustó a Paz, que veía el rostro distendido del hombre y notaba cuanto se suavizaba.
–¿Pasaste bien tu fin de semana?–   preguntó él inesperadamente.
–Si gracias, le contestó ella.
–¿Qué hace una extranjera sola y sin familia los días libres?– le inquirió.  Quería saber si lo corregía, si le mencionaba alguien.  Quería conocer si existía un hombre en su vida.
–Bueno, soy muy casera, me gusta disfrutar de mi lugar.   Y a veces paseo por la ciudad buscando conectarme con ella y sus encantos.  Me gusta sentarme a observar a la gente ir y venir.
–No parece de los planes más interesantes– le acotó el,  encantado de confirmar la soledad de la muchacha.
–De personas poco interesantes no se puede esperar demasiado, ¿no lo cree usted así?
–SI algo no diría sobre ti es que eres poco interesante, por cierto–  La respuesta impertinente de Paz no le disgustó, por el contrario.  Era la contestación de una provocadora, aunque se mostrara tan mansa. 
En ese momento arribaron a la empresa y al estacionar y descender se encontraron con Marina que volvía de su reunión. 
Ella se sorprendió aunque no lo demostró.  Saludó a ambos, y con total naturalidad besó a Leandro en la mejilla, tuteándolo.
Esto incomodó a Paz pero tampoco dio muestras exteriores de ello.  Todos juntos subieron y mientras el ascensor se movía, Marina charlaba con Leandro exagerando las cercanías entre ambos, en un gesto que incomodó al hombre.  Le gustaba esa mujer, pero le molestaba que fuera tan explícita acerca de lo que ambos tenían.
Para Marina esto no era más que marcar territorio ante Paz.  Si bien no la consideraba rival para ella pues la veía anodina e inocentona, no era mujer de dar ventajas en ningún campo, y menos el sentimental.
Una vez que ambas ingresaron a la oficina y lejos ya de Leandro, se ignoraron mutuamente.  La relación entre ambas había pasado de indiferencia a tensa.
No hubo casi tiempo libre, dado el apuro de Fernanda por comenzar la planificación de los trabajos.  Paz y Marta comieron unas ensaladas e ingresaron a la sala de reuniones primero que nadie.  Inmediatamente arribó Fernanda escoltada por Franco y Marina.  Venían ya delineando y ordenando las tareas.
Lo primero que les comentó Fernanda fue su intención de trabajar horas extras para adelantar tiempos y ofrecer los servicios en el tiempo requerido.  Esto fue bien aceptado por todos ya que comprendían la importancia de los primeros proyectos.  Posteriormente se mostraron los trabajos requeridos, los tiempos y las exigencias de los clientes.  Comenzó a darse una animada discusión en torno a los mismos. 
Paz fue tomando nota de todo y en un impasse ordenó las ideas sueltas en una pizarra en un intento de dar cohesión a las mismas.  Entre signos de pregunta anotó lo que no había sido concretado o ideas incompletas y lo que estaba definido en otro color.  Se animó también a hacer una sugerencia que se le ocurrió entonces, en relación a la ambientación exterior de una de las empresas cliente.  Esto fue porque recordó algo que había escuchado en una de sus salidas de excursionista y que le pareció podía ser utilizado aquí.
Cuando se reunieron nuevamente su esquema allanó caminos para la toma de decisiones, pero lo que pretendió ser un aporte fue duramente cuestionado por Marina, que vio en ello la oportunidad de atacar elegantemente a Paz. –Esto corresponde a Franco, es él quien tiene los conocimientos técnicos para esta tarea–argumentó con vehemencia.
Paz se sonrojó y disculpó –No pretendí ser  arrogante ni ejercer el trabajo de los demás, me disculpo si pareció así.  Claramente respeto el trabajo de Franco.
Este sonrió afablemente y con total normalidad le expresó a Paz que no veía eso como una intromisión y por el contrario, le gustaba la idea.  Podía mejorarla y agregarle detalles y probablemente funcionaría.
También Fernanda vio el potencial de lo sugerido y lo aprobó, a la vez que procuró limar asperezas.  Una vez concluida la reunión de trabajo todos se fueron, excepto Paz que se quedó ordenando la sala.  Fue entonces que Fernanda  charló con ella y le hizo  saber nuevamente que sus ideas eran apreciadas.  Le agradeció el gesto, aunque el sabor amargo del mal momento que Marina le hizo pasar la persiguió por varias horas.



12.
Esa misma tarde Leandro decidió avanzar en su pesquisa por lo cual programó caer por sorpresa a la obra del centro y charlar con los trabajadores.  Quería especialmente ubicar al viejo capataz e inquirirle a fondo.  Pero trató de sofrenar su ansiedad, conminándose a contenerse y no mostrarse muy ansioso.  Debía ir despacio para poder saber mejor lo que realmente ocurría y una forma era “hacerse el tonto”.
A las dos estaba estacionando su coche en el parking del frente y durante un rato observó los movimientos sentado en las afueras de un café.  La temperatura era elevada y había poca brisa.  Los obreros se movían morosamente levantando pared, acarreando materiales, maniobrando la grúa.  La estampa clásica de una obra en construcción.  Cruzó la calle e ingresó a la oficina portátil que estaba montada al centro del lugar.  Allí estaban los principales conversando con el arquitecto a cargo, y los tonos eran elevados.  Ante el saludo de Leandro los ánimos se calmaron pero al cuestionar este los motivos del conflicto, la discusión se reavivó. 
El nudo del conflicto era el derrumbe de dos paredes ubicadas en la zona intermedia del edificio en construcción, hecho que el arquitecto atribuía a un trabajo mal realizado y los capataces a cargo a problemas de la estructura en sí.  En suma, las dos partes se responsabilizaban mutuamente.  Esto provocó la furia de Leandro y solicitó inmediatamente revisar el lugar del derrumbe.  Le alivió saber que no había heridos, esta fue su primera preocupación.  Pero le parecía inconcebible que se dieran situaciones tan básicas en una empresa como la suya, que tenía décadas en el área de la edificación.
Mientras iban ascendiendo por las escaleras y pasajes provisorios, observaba cada detalle.  Cuantos obreros por piso, materiales visibles, maquinarias y herramientas.  Al llegar al lugar le sorprendió que aún no habían despejado el mismo: todo el ladrillo y cemento aparecía en un desordenado montón. Al costado dos peones sentados sin disposición de ningún tipo, lo miraron socarronamente.  Ante el requerimiento de uno de los capataces, se movieron lentamente a retirar los escombros. 
Todo esto dio mala impresión a Leandro, daba idea de desorden y desidia.  A medida que recorría más le parecía percibir desgano y trabajo lento.  Al llegar al último piso que estaba siendo levantado se topó con quien quería hablar. 
–El viejo Lucas, le dijo cariñosamente, a la vez que lo abrazaba y palmeaba la espalda.  Este lo saludó afectuosamente;  Leandro iba con su padre cuando niño a los edificios en construcción y era como una ardilla, siempre por los rincones mirando y tocando todo.
El joven agradeció a sus acompañantes pero les pidió que volvieran al trabajo, ya que no quería retenerlos más.  Esto le dio oportunidad de intercambiar impresiones con Lucas.  Directamente le preguntó cómo iba todo y que le parecía la obra.  Ante esta encuesta Lucas respondió con brevedad y exactitud, tal como era su estilo.
–Esto va lento y muy accidentado.  Parece ser una constante en las últimas obras que hemos encarado.
Y si bien no dijo más que esto para Leandro fue revelador.  También percibió en los gestos de Lucas que era renuente a continuar conversando.  Una inspección visual rápida le permitió ver a los obreros que ya había cruzado antes en el piso del derrumbe, que estaban ahora en la  sección de Lucas, sin una tarea específica a realizar.  Le pareció sospechoso.  Se despidió del capataz con saludos para su familia y decidió que su próximo movimiento debía ser encarar al hombre fuera del trabajo.
No era Leandro hombre de pensar en complots, pero cada vez veía más oscura la trama.
De vuelta a la empresa buscó los datos de Lucas porque si bien lo conocía hacía muchos años no sabía su dirección ni tenía su teléfono.  Esa noche lo llamaría, decidió.
En tanto se permitió dejar vagar su mente un rato antes de continuar en la revisión de datos y números de otras obras que tenía la empresa en ejecución.  Lo asustaba en parte descubrir que una falla podía ocasionar una debacle financiera.  La fortaleza  de  hoy podía ser la endeble situación del mañana si no cuidaba la imagen de prestigio y responsabilidad que su padre había cultivado con duras décadas de esfuerzos.   Ese era el capital fundamental de la compañía y de ahí su preocupación.
Su mente derivó luego a cuestiones más mundanas.  Marina estaba espectacular hoy sin ningún margen de dudas.  Tendría que llamarla para verse nuevamente.  Lo había sorprendido un tanto el gesto casi de propietaria que había ensayado en la mañana, máxime en frente a Paz.  Pero no era nada que no pudiera lidiar.  El no tenía intenciones a largo plazo y ya vería como dejárselo claro.
Por otro lado, la figura de Paz cada vez calaba más hondo en él.  Con un resoplido borró toda idea profunda y se levantó, decidido a proceder y no dejarse atribular por sentimientos.
Esa noche llamó a Lucas, lo cual no pareció sorprender a este. 
–En realidad estaba esperando su llamado, le dijo. –Conocí mucho a su padre y lo persistente que era, no dudo que eso lo heredó usted.  Le vi la mirada hoy y creo que anda detrás de algo. ¿Me equivoco?
–No te equivocas Lucas.  Estoy francamente preocupado por el avance de las obras.  Pero me gustaría charlar esto personalmente si te parece. 
–Claro, no hay problema.  Si usted quiere en mi casa, no hoy porque estoy comprometido.  Pero mañana en la tardecita lo espero.
Así definido para la próxima jornada el encuentro Leandro se calmó y enfocó en el trabajo.
Al final de la jornada Fernanda se acercó a pedirle la llevara a su casa pues tenía su coche en reparación.  Ya en el trayecto le relató los sucesos del día, haciendo énfasis en lo productiva que le había parecido la reunión de trabajo con su equipo y los avances registrados.  Si bien en su narración el episodio entre Paz y Marina estuvo en segundo plano, para Leandro resultó de interés.
–¿Hubo intención de pasar por encima del trabajo y puesto de tu arquitecto en la secretaria?  Sería algo inconveniente si no puede ocupar su lugar– Dicho esto esperó respuesta y deseó que no fuera así.  No le gustaría descubrir el rasgo de la soberbia y mala fe en María Paz.
–No, de ningún modo.  En cierta manera la responsabilidad es mía pues la he alentado a participar activamente.  Es que le veo potencial más allá del puesto que ocupa.  Tiene un ojo especial para el diseño, me gusta.
–Pues ándate con cuidado. Lidiar con los celos entre tus empleados puede ser una tarea compleja.
–Realmente no creo llegue a mayores.  La susceptible fue Marina que es un tanto quisquillosa.  Aunque contigo no debe serlo ¿no?
Leandro rio ruidosamente y desvió el tema.  Aprovechó el momento para relatar algunos detalles de su preocupación a Fernanda.  Le parecía que ya era tiempo que su hermana participara más directamente en los asuntos globales de la compañía.  Y era un oído atento e interesado. 
Para Fernanda esto fue un gesto muy importante y le dio el valor que tenía.  Su hermano confiaba en ella y la ponía a otro nivel.  Ya no tanto la hermanita menor que había que tener entre almohadones.
–Me parece bárbaro que te muevas de esa forma. Lucas siempre fue hombre de confianza de papá.  Hablando de este, ¿no piensas comentarle nada?
–Aún no.  No tengo claridad todavía.  Cuando los datos sean más precisos le contaré sin más, 
–Entiendo, no quieres preocuparlo.  Pero ten en cuenta que él es más fuerte y duro que nosotros juntos.  No en vano creó esto de la nada.
–Si lo sé, sin duda es así.  Y tú vas camino a ser como él, hermanita.  Tu emprendimiento levantó vuelo con fuerza.
–Estoy contenta, veremos cómo avanzamos– finalizó el tema Fernanda. 
Al llegar a casa ambos entraron y la madre se encantó de ver a Leandro.  La cena fue preparada diligentemente para retener a su hijo mayor.  Le encantaba tenerlo en casa, aunque fuera por un rato.



13.
El día siguiente comenzó con total normalidad en la oficina, todos trabajando en alguna arista del proyecto que había sido definido como prioritario por todo el equipo.  Franco y Marta diseñaban mano a mano, tirando líneas sobre las hojas y mesas en una febril actividad y en consulta directa con casas de proveedores de distintos insumos necesarios.  Había un conjunto amplio de novedades en el mercado y querían combinar lo bueno de lo clásico con la potencialidad de los nuevos materiales, especialmente sintéticos.
Marina no abandonaba el teléfono buscando coordinar nuevas entrevistas con medios de prensa, empresas del área del diseño, etc.
Paz en tanto organizaba toda la información necesaria, se encargaba de la correspondencia, coordinaba las áreas entre sí y con el resto de la compañía. 
Lo que ella consideró un exabrupto el día anterior estaba superado por ambas ya que Marina había solicitado disculpas y le comentó no había sido con intención de herirla sino de clarificar roles.  Esto fue suficiente ya que ambas eran profesionales y creían en la necesidad de trabajar en forma armónica.  No significaba ni por asomo que la simpatía entre ambas se hubiera establecido pues se veían diferentes y en el caso de Marina, la veía como un escollo en su camino frente al jefe.
Este ingresó sobre el mediodía a ver a su hermana y saludó afablemente a todos, interesándose por el trabajo en curso.  Los felicitó e incentivó a continuar, realmente satisfecho de la marcha de todo. Mientras lo hacía Marina se apoderó de la conversación y de su figura y lo llevó hacia su rincón en la oficina con la excusa de consultarle sobre algunas empresas de las que tenía dudas.  La familiaridad con la que lo trató y la docilidad de Leandro ante ella convencieron a todos que su relación trascendía lo laboral, tal como sospechaban.  Esto provocó desilusión y cierto dolor en Paz. Aunque no quiso reconocerlo ante sí misma.
Leandro charló con Marina animadamente mientras observaba disimuladamente a Paz.  La joven aparecía reconcentrada en su computadora, el rostro ceñudo y adusto.  Su rostro cambió cuando Marta y Franco la llamaron para hacerle una consulta.  A Leandro le pareció demasiado amigable la actitud entre Franco y ella realmente. 
 Esto se interrumpió con la aparición de Fernanda que un poco en serio un poco en broma le pidió a Leandro que se fuera pues los empleados se distraían con su presencia.
Al mediodía Paz fue sola a almorzar pues Marta estaba muy ocupada.  Se sentó en su lugar ya de costumbre y mientras examinaba la carta para elegir algo diferente sintió que alguien se sentaba de golpe a su lado.  Al levantar la vista se encontró con Leandro que la miraba seriamente mientras la saludaba.  Ella contestó cortésmente pero algo envarada. Siempre la sorprendía y no encontraba un dialogo cómodo.
El estaba en una actitud un tanto fría y al tiempo que le preguntaba ciertas intrascendencias la observaba.  De pronto decidió preguntarle sin peros lo que le interesaba.
–Franco parece un joven muy eficiente y trabajador.
–Lo es, contestó Paz–  Y además muy agradable y considerado.
–Si me pareció verlos en actitud por demás amigable—ironizó él. 
Esto provocó que Paz se sonrojara a la vez que un gran enojo la embargó.  ¿Quién creía ese hombre que era?  La sugerencia de su voz le indicó sin dudas que creía que ella y Franco tenían algún tipo de relación extra laboral.  Su respuesta fue rápida y muy airada.
–No sé a qué se refiere usted con eso, yo trabajo con toda la seriedad y trato de ser parte del equipo.
–Ah sí y pareces muy integrada.  Franco te miraba con cara embobada.
–Mire– le espetó Paz– ¡No sé que busca usted con esto, pero no le voy a permitir nos ensucie!  Somos buenos colegas.
–Lo comento porque no es bueno las relaciones entre compañeros de trabajo.
– ¡Usted es el menos indicado para hacer un comentario de este tipo!  ¡Qué cinismo por favor! ¡Todos en la oficina sabemos de su relación con Marina, no han sido para nada discretos con eso!
No había finalizado de decir estas palabras ya se estaba arrepintiendo de su arrebato.  Le podía costar caro.
Pero Leandro luego de la sorpresa inicial por la vehemencia de la joven continúo la conversación en la misma línea.  Es que si bien quería contenerse y mostrarse indiferente, lo molestó la familiaridad entre Paz y Franco.  Y le gustó ver que a la primera la afectaba su relación con Marina.  Por ello continuó espoleándola.
–Muy lindas declaraciones de principios, pero no me has respondido acerca de tú y Franco en realidad.–  
–Yo me dedico a trabajar, que es para lo que me contrataron.  No me gustaría que todo lo que usted dice fuera en busca de una excusa para despedirme.– Al tratarlo de usted procuró poner un freno y calmarse.
–Lo que menos me interesa es despedirte.   Eso le corresponde a Fernanda.  Y a mí me gusta verte por aquí, por si todavía no lo tienes claro.
Dicho esto se levantó pero antes de retirarse se acercó a la muchacha y tomándola de la barbilla le dio un suave beso en los labios. 
Para Paz la sorpresa fue tal que no pudo reaccionar y aun luego de haberse retirado él, su estupor era mayúsculo.  No podía creer que Leandro le hubiera confesado que le gustaba y la hubiera besado de esa forma.   Quedó por varios minutos como alelada y luego reaccionó al venir el mozo para tomar la orden.  Poco a poco fue calmándose y barajando ideas.  Tan atrevida actitud venía de una arrogancia grande, pensaba.  Tal vez creía que ella era un juguete más del cual podía disponer, al igual que lo hacía con Marina.  Pero ella no lo iba a permitir, no le importaba el costo.  Por otro lado, no podía dejar de reconocer la ternura del gesto y cómo la había sacudido.  El la movilizaba y hacía sentir lo que hace mucho no experimentaba. Nervios, mariposas en el estómago, calor, no sabía cómo definirlo.  Todo junto.  Suspiró y decidió almorzar.
Por su parte Leandro se fue rápido y al principio eufórico por el beso y la confesión.  Había sido espontáneo y se dejó llevar por el ímpetu de la conversación.  Luego comenzó a arrepentirse, más que nada porque no sabía qué pensaría la mujer.
 –Es probable que me vea como un atrevido y aprovechador,–se dijo.
Había sido un inconsciente, y su gesto podía interpretarse como acoso, sin duda alguna.  Y no era para nada su intención.  Entonces recordó que había decidido averiguar más sobre el trabajo previo de la joven y puso manos a la obra.  Se contactó con la oficina de personal y les solicitó averiguaran detalles de la empresa.  Ya se encargaría él de contactarse personalmente.
Seguidamente se dedicó a las tareas del día, que lo absorbieron hasta la tardecita, en que se trasladó a la casa de Lucas, tal como habían acordado.  Estuvo expectante hasta que llegó.  El capataz lo esperaba y lo invitó a pasar con calidez...  Su casa era modesta pero muy bien conservada y adornada.  Le presentó a su esposa e hijos que lo saludaron muy atentos.  La mujer lo invitó con un café, cosa que agradeció.  Luego pasaron al jardín con Lucas y la charla derivó hacia el pasado.  Vívidas imágenes atravesaron la mente de Leandro al escuchar al hombre.  Su padre había sido un asistente inveterado en todas las obras, sin dejar detalle por chequear.  Incluso a veces sacrificando tiempos familiares o mezclándolos: ¿cuántas veces fue para mí una fiesta ir con él al trabajo y pasar horas?–recordó.
Las memorias trajeron risas y el diálogo fluyó diluyendo los años de escaso contacto. Fue entonces que Leandro decidió contar a Lucas todas sus dudas y sospechas, citándolo como la única fuente fiable con la que podía contar.
Esto emocionó al viejo obrero, quien le dijo que varias veces había estado por llamarlo pero se había arrepentido porque no tenía certezas ni pruebas, más bien dudas y detalles que no le convencían en la marcha de la obra.
Leandro lo alentó a continuar  al decirle que todo lo que pudiera informarle le servía.  Entonces Lucas le contó acerca de dos obreros que solían trabajar más bien poco y que siempre estaban en la carga y descarga de camiones con materiales de trabajo y herramientas.  Eran de extrema confianza del segundo capataz general y Lucas sostuvo que no sabían nada de la tarea de construir.  Cada vez que habían tenido que suplantar a alguien habían hecho desastres realmente.
Además encontraba extraño algunos accidentes tontos que habían retrasado el cronograma en forma notable.  En todos había estado alguno de ellos mezclado.  No se llevaban bien con el resto del personal pues hacían alarde de una supuesta posición privilegiada.  Y si bien su grado laboral no era nada extraordinario, en la práctica tenían mayores prerrogativas.   –Hay días que no vienen y no hay sanción para ellos.  Se comenta además que no hay descuentos en su salario. 
–Todo eso suena muy extraño ciertamente.  ¿Nunca los habías visto antes?
–Ya en la obra anterior estuvieron pero no fue tan evidente todo lo que te cuento.  Hoy día son personajes poco estimados por los demás. 
–Si claro, puedo imaginarlo. 
–Es que el resto de los obreros ha comenzado a relajar su trabajo influido por la impunidad con que actúan los otros.  Es una cadena.
–Me dejas muy preocupado.  Una cosa que parece bien clara es la falta de monitoreo de las jerarquías.  Y la verdad me incluyo. Pero ¿cuáles son tus sospechas reales?
–Las mías y de algunos otros es que están desviando materiales y los venden.  Pero también que algo más traman, porque involucrarse adentro de la obra implica otras intenciones más profundas.
–¿Alguna hipótesis?
–Ahí ya no se bien.  Va a tener que jugar al detective.
–Si Lucas,  lo voy a hacer sin demora.  Te agradezco infinitamente lo que me contaste y veré como prosigo.
Se despidieron amigablemente y Leandro se fue pensativo, tratando de organizar sus próximos pasos.  Al llegar a su casa se duchó y se durmió.  Los acontecimientos del día lo habían agotado.